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"Así que fui al albergue juvenil a buscar habitación, no tenían y por instinto deambulé hasta las vías del ferrocarril - y en Des Moines hay un montón - y encontré una vieja y siniestra pensión cerca del depósito de locomotoras, y pasé todo el día entero durmiendo en una enorme cama limpia, dura y blanca, con inscripciones obscenas en la pared junto a la almohada y las persiananas amarillas bajadas para no ver el espectáculo humeante de los trenes. Me desperté cuando el sol se ponía rojo, y aquel fue un momento inequívoco de mi vida, el más extraño momento de todos, en el que no sabía ni quién era yo mismo:estaba lejos de casa, obsesionado, cansado por el viaje, en la habitación de un hotel barato que nunca había visto antes, oyendo los siseos del vapor afuera, y el crujir de la vieja madera del hotel, y pisadas en el piso de arriba y todos los ruidos tristes posibles, y miraba hacia el techo lleno de grietas y auténticamente no supe quién era yo durante unos extraños quince segundos. No estaba asustado, simplemente era otra persona, un extraño, y mi vida entera era una vida fantasmal, la vida de un fantasma. Estaba a medio camino atravesando América, en la línea divisoria entre el Este de mi juventud y el Oeste de mi futuro, y quizá por eso sucedía aquello allí y entonces, aquel extraño atardecer rojo"

Jack Kerouac
"On the road"

Lo leo y me acuerdo de vos. No por las grietas en el techo ni por nada de esas cosas tristes, pero si por los Estes, los Oestes, los viajes, el extrañamiento y todas esas cosas raras y buenas que suceden a veces. Hola!

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