My Own Fuerte Apache



Me mudé al Fuerte Apache de Once.
Sus paredes húmedas, 
con unas manchas viejas, depositadas en lugares estratégicos, que ya han sido parte del paisaje de entrada por años.
La nube con rastros de cigarrillos suaves en el palier 
con esos inconfundibles aires de los 70s, marrón por exelencia.
El cubículo que por ascensor cae y se golpea
contra las letras grabadas en la pared blanca indicando el piso del hogar, 11. 
El olor a maquillaje rancio de las señoras que pasean perros,
en tapados de piel de una época muy distinta a esta,
en la que sus maridos, hoy muertos y enterrados, de los que probablemente lo único que queda es el pelo,  hacen todo lo posible por trasladarnos al momento en el que por la mañanas recibían "La Nación" y las llamaban "señora" desde la cocina para consultarles sobre el almuerzo del día o la ropa de la tintorería.
Ese es el lugar donde mi montoncito busca forma,
donde los muebles baratos no logran acumularse, donde el balcón francés me recuerda con una constancia de gimnasta que esta es mi ciudad, con toda y cada una de esas soledades, y todo este desencanto, que es todo mío. 
Lo abrazo y lo atesoro.