Ufff.

Siempre me requete gustó Adrien Brody. Es de esos tipos que tienen una belleza que excede lo común, con ojos tristes y un físico que nos quiere hacer creer que carece de garbo. Y como si esto fuera poco, el tipo es súper talentoso. Estas cuestiones lejos están de hacerme sentir un snobísimo "Ajam, que interesante Acosta", más bien están bien cerquita de sacarme un "Ufff, upalala, querido," desde mis más profundas profundidades. Pera la cosa no termina ahí, también me despertó unas ganas completamente inesperadas de sentirme una princesa.
Pero, claro ¡así cualquiera! ¡Que vivo! ¡Ma' que Disney ni que Disney!

Rayada, rayada, rayada, estás rayada como una zebra.


"Es de día y yo de noche quiero volarme la cabeza" (Parque)

"Desde arriba a abajo, desde izquierda a derecha, hace varios días que no emparcho tu brecha" (Sequía de amor)
"(...) Porque esperan que en el cielo esté el amor, ese que no le diste vos" (Como que no/ El Príncipe)
"A veces no veo lo que hay a mi alrededor. A veces hago lo que puedo y a veces no" (Me pega fuerte)
"¿Cómo decirle que no? ¿Cómo negarmele a tanto corazón?" (Cartagena)
"La culpa la tuvo la maestra de cuarto, cuando me hizo jurarle a la nada" (Ir al baile)
"Voy a cortar las guirnaldas de esta peste, a remontar... ¡que no quede ni un sóla más! (Vá al Oeste)
"En el barrio se comenta de su espalda bonita" (Gilda)
"Con su dulce de leche, con su dulce mi leche..." (El experimento)
"Basta ya de eso y echa pa' fuera" (Mambeando)
"Me dijiste algo de la energía... 'Transformá la mala en buena' me dijiste" (Te quiero)

"Esta noche es hora de entregar muchos besos y darnos cuenta que a veces nos cuesta.
Tragate las palabras y ahorrate las miradas, no te planches el pelo.
Sacudime ahí abajo, me gusta.
(...)
Me roza, me agarra, me mima, me toca, me sacude, me habla despacio al oído, pero después se sonroja, ¡que boba!"
(Rayada)


Fuerte y Caliente.
Desvelo post Konex.
Sin voz.
Sin vos.

Jarvis did it again!



Ay, ay, ay Jarvis lo hace una y otra vez. Y a mi me encanta. Siempre me encantó.

Desde lo banalmente elemental para cualquier señorita: la obviedad del acento irresistiblemente Inglés (Y, sí... Hay dos cosas que me hacen girar la cabeza cuando voy caminando por la calle: el acento inglés y cualquier conversación en la que se mencionen las lluvias de partículas en Malargüe o lo increíblemente imbécil que es Paenza); esa figura desgarbada, lánguida; esa everperfect elección de atuendos. Y las gafotas, claro.

Desde lo estrictamente musical: esas letras que cavan empatía, que te sacan las palabritas de la boca, las melodías que se quedan en la cabeza y te masajean las neuronas, te retrotraen a los momentos de placer, te ponen a bailar. Y la voz. La voz. Ufff (mejor no me explayo porque sería terriblemente indecente, y yo soy requete decente, ¿vió?)

Litio 7


Son esos momentos en los cuales debería sentirme liberada, más liviana, sin la necesidad de hacerlo. Después de todo debería ver que me han quitado un peso de encima, ¿no?
¿No era esto lo que tanto quería? Que él se vaya, que me deje sola y así poder seguir caminando sin piedrita en la zapatilla. O en los zapatitos negros boca pez. O en las plataformas negras que me compré en la liquidación. O en las Havaianas color coral. Y mirá que es jodido que se te meta una piedrita en la Havaiana. Pero esta piedra, que supo ser piedra preciosa, se metió. Y mucho. Y como cuesta sacarla. Porque, sí, todavía está ahí. Como que no se quiere ir del todo. Como que de repente me mira con esos ojos tristones y esa boca con forma de corazón y susurra con esa tranquilad tan impune: "Todavía puedo ignorarte más". Y yo pienso: "Analizame las partículas, vi". Pero no. Ya no. Él ya no quiere poner a temblar mi estructura molecular. Se queda con Litio 7. Y el acelerador de partículas Tandem. Y Argonne. Y Hay Yung Lee. O como carajo se escriba. O no. O simplemente no se quiere quedar conmigo. Y está bien. Y lo sabemos todos. Pero aún así, extraño esos vacíos juntos, esos domingos pesados y fríos, esos eternos mails en un Inglés de mierda, esos abrazos desparejos de mi metro cincuenta y nueve - sesenta si respiro profundo - y su hermoso metro ochenta y cinco, los helados de frutilla, las ganchas compartidas en el Peruano de Matheu, su opinología, su moda retro, su perfume viril, su eterna seriedad. Él me pide perdón por su decisión. Pero apuesta a que sea lo mejor. Y yo le creo. Porque él nunca se equivoca. Porque él todo lo sabe. Pero sobre todo, porque se vá la piedra -que aún brilla, pero... ¡mierda, como lastima!- del zapato.