Verdey Maranzic, Neuco y Abrán

"Según Casos y Cosas, las dos acepciones tradicionales de íntimo, a) lo más interior o interno, b) amigo o ser muy querido de gran confianza, planteaban el interrogante de si el amor consistía en asimilar al ser querido a la interioridad del fulano en cuestión; ¿y qué había entonces en el interior de una persona antes de que se comiese al ser íntimo?"

Este fragmento pertenece a Impureza de Marcelo Cohen.

¿No es terrible lo postulado? Me corrijo, ¿no es terriblemente accionador lo postulado? ¿No golpea justo ahí donde no queremos, pero sabemos que es inevitable, recibir golpes y puñetazos? Porque si, si, mis queridos, nos comemos al otro convencidos de que eso es amor. Nos perdemos en el canibalismo de la exigencia, del esperar que el otro también nos coma en signo de amor.
Indudablemente amor e intimidad se acarician, se tocan, se entrelazan se hacen mimos y se abrazan... pero ¿qué los nutre? ¿qué los sostiene? ¿qué los hace sanamente interactuar cuando logramos ver la vorágine de esa heredada y envolvente cadena alimenticia?
Me aferro a la teoría del punto medio. Ese punto clave, indefinido, caprichoso, donde de cada lado del punto de contacto entra con zancandas al tacto indescriptible y atesorado* del buen querer.

*Los tesoros son difíciles de encontrar. Escurridizos. Frágiles. Pero valiosos. Valiosísimos.