El verdadero amor viene acompañado por un fatídico, comunmente pensado absurdo, pero de todas maneras insoslayable, miedo. Ese sentimiento, esa angustiosa sensación que deviene de conocer lo que no queremos que nos suceda, sea el riesgo real o producto de nuestra imaginación, no actúa como petrificador sino más bien todo lo contrario: nos vá empujando hacia el borde del plano de la inacción y el cenicienterismo.
Asimismo, esta idea de miedo, se aleja de lo que vulgarmente asociamos con una tendensiosa paranoia femenina, este tipo de aprensión está más bien relacionada con poder definir aquello que efectivamente deseamos: si sabemos a que le tenemos miedo, entonces conocemos aquello que nos resulta preciado.
Démosle la bienvenida, entonces, al miedo-catalizador.
ese miedo tiene un buen sabor!
ResponderBorrarme encantó.
beso
Me encanta que te encante, Alelí, la del nombre jolgorioso.
ResponderBorrarhoy pensaba en eso, lindo lilli!
ResponderBorrarOtra con lindo nombre...
ResponderBorrarLo leo y me parece una garcha.
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